RUBÉN
“FAFI” DÍAZ
Un sueño pendiente
Considerado como uno de los mejores jugadores en la historia del fútbol
misionero, Rubén “Fafi” Díaz reconoce que uno de sus deseos inconcluso es el de
transformarse en periodista deportivo.
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Una de sus pasiones |
Casado con su esposa Mercedes, padre de tres hijos, dos varones y una mujer Rubén "Fafi" Diaz es posadeño y nació hace 60 años.
La generaciones del 30, 40, y hasta 60 quizás lo recuerdan como un habilidoso jugador que desparramó rivales de la mano de su innegable velocidad. No faltará, como siempre, algún legalista del fútbol que lo critique, con fundamentos que se achican y se silencian ante las innumerables voces a favor de su destreza.
La generaciones del 30, 40, y hasta 60 quizás lo recuerdan como un habilidoso jugador que desparramó rivales de la mano de su innegable velocidad. No faltará, como siempre, algún legalista del fútbol que lo critique, con fundamentos que se achican y se silencian ante las innumerables voces a favor de su destreza.
Los que son contemporáneos a él
lo conocieron primero con los comentarios de quienes tuvieron el privilegio de
verlo. Luego, lo vieron en los torneos de la ya desaparecida Lidai, en donde se
ganó su lugar en el arbitraje. Pero de ahora en más, ¿lo conocerán detrás de
los micrófonos? ¿Detrás de algún diario?
Los sueños que impone el corazón no
tienen límite de edad. Por eso, a sus 60 años, Rubén “Fafi” Díaz sigue aferrado
a la idea de, alguna vez, transformarse en periodista deportivo que siempre
soñó.
¿Cómo surgió tu interés
por el periodismo?
Bueno, es algo que
viene de mi infancia, porque me acuerdo que yo seguí por radio todo el Mundial
de Inglaterra 1.966, escuchando a Fioravanti, y para mí era algo increíble, y
después lo imitaba cuando me iba a jugar. Además, siempre me gustó leer sobre
deportes. Me acuerdo que era fanático de la revista “El Gráfico”, la compré
durante más de veinte años, si no la tenía me volvía loco. También recuerdo que
de adolescente, cuando jugaba en Brown, un periodista me hizo una entrevista y
me preguntó sobre mi futuro. Yo, obviamente, le respondí: “El día de mañana
quiero ser periodista deportivo”. Las ganas nunca se apagaron, porque ya más
grande, cuando terminé la secundaria, apareció una empresa que ofrecía la
carrera acá, pero los precios eran inalcanzables. El periodismo siempre fue una
deuda pendiente en mi vida, pero no me desanimo, ojalá más adelante pueda tener
un programa de radio o una columna en algún diario.
¿Qué otros trabajos
tuviste?
Hice de todo para ganarme la vida.
De más chico, cuando tenía nueve o diez años, fui canillita y lo digo con
orgullo, porque muchos se avergüenzan de ese trabajo. Juntaba mi platita para
ir al cine matiné o para comprar revistas. También me acuerdo que tenía una tía
de Encarnación y venía a visitar a mi mamá con canastos con tabaco negro,
cigarros, frutas, etcétera.
“El periodismo comenzó a gustarme después de seguir por radio el
Mundial de 1.966. Además, hubo una época en la que no podía vivir sin la
revista El Gráfico”
“La única vez que mi viejo fue a la cancha a verme jugar, al
regresar a casa me dijo: ‘no voy más, sos demasiado morfón’. Ahora se
enorgullece cuando hablan de mi”.
Cuando
se iba a dormir la siesta, yo tomaba los canastos y salía a vender por el
barrio (risas). Después también tenía un tío que era zapatero y hacía
sandalias, así que también salía a venderlas. En otra época agarré una bicicleta
y me hice vendedor de quinielas. Y vendía bien, muy bien (risas)…
¿Qué
anécdotas recordás de tu etapa como futbolista?
¡U… muchísimas! Debuté en primera a los quince años,
en Villa Urquiza, y recuerdo que vinieron a buscarme varios clubes, porque
andaba bien. Uno de esos fue Luz y Fuerza, que me ofrecía un puesto de trabajo,
pero en esa época yo era chico y quería vivir del fútbol, así que la rechacé.
Después tuve chances de jugar en Boca, Banfield, y hasta para irme a Venezuela,
pero cuando uno es joven por ahí no se da cuenta de las cosas.
Con respecto a mi familia, siempre
recuerdo que mi viejo nunca iba a la cancha, hasta que una vez le insistí tanto
que apareció. Terminó el partido y lo busqué, pero ya se había ido. Cuando
llegué a casa le pregunté qué le había pasado y me dijo: “Bien, pero no voy más
a verte, sos demasiado morfón”. Ahora anda “agrandado”, porque lo reconocen por
mí, pero es cierto, cumplió con su palabra y no fue nunca más a la cancha a
verme.
¿Cómo comenzaste con el
arbitraje?
Estaba desocupado, mal económicamente
y anímicamente y Edén Fernández (Bubi) me llamó para que trabaje con él, con
los chicos. Entonces empecé de planillero en la Lidai, hasta que después de un
mes Bubi me dijo que quería que arbitre. ¿Estás loco? Le respondí, pero pensé y
realmente necesitaba la plata, así que fui y le pedí una chomba negra a mi
hermano y empecé. Después hice el curso y todo, pero la verdad es que Bubi fue
mi creador como árbitro. Ahora siento pasión por esto.
Y cuando ya no lo
esperabas, debutaste como árbitro de primera…
Si (risas)… En aquella temporada con
53 años, debuté en primera. No estoy seguro, pero que no hay un árbitro en la
Liga que haya arbitrado a esa edad. El debut fue en Asociación Pueblo contra
Racing (Por la ya desaparecida C local 1 – 1). Fue el 25 de abril de 2009, no
me olvido más, para
- mí fue un día histórico. Hasta ahora fue el único partido, no creo que haya más, pero ya puedo darme el gusto de decir que soy árbitro de primera.
¿Qué balance hacés de
tu vida? ¿Cómo te gustaría que te recuerden?
La verdad es que no me arrepiento de
nada, después de todo lo que pasé, soy feliz con mi familia, con mis hijos, con
todo lo que tengo. Cuando no esté, me gustaría que me recuerden como un buen
tipo, nada más. No me importa si hablan de un buen jugador y todo eso, sólo que
fui un buen tipo.
Actualmente Díaz es uno de los árbitros más longevos en actividad que tiene el fútbol infantil posadeño, es conciente lo que significa esto y que probablemente no le quede mucho tiempo en esta labor pero más allá de eso cada fin de semana se lo puede ver arbitrando de la mejor manera con los niños del fútbol infantil.
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Guillermo Ruiz
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